domingo, 22 de mayo de 2011

El sentido común es el menos común de los sentidos

El cielo es bajo, las flores liquidas, el suelo se mueve, la libertad es triangular, el sexo intangible, la música de colores y el sol una luz de neón.

Descansa y coge aire. Para y respira. Apartate y vuelve, o no.
Pero nunca desvíes la mirada, por si acaso.

Que me quedan muchas noches de palabras sordas, muchas carreteras donde perderte, mucho desenfreno sonriente, muchas cuestas que sudar, muchos despertares poco iluminados, muchas olas que saltar, muchas subidas y bajadas, mucha coordinación asustada, muchos no-finales ambiguos, mucha locura concentrada, mucho cariño invisible, muchos acordes para retarte, muchas apuestas dadas por perdidas, muchas canciones inolvidables, muchas luces que apagar, muchas sensaciones escondidas, mucho control esterilizado, muchas mañanas que madrugar para acabar fumando sobre la cama en tu ventana
y mucha falta de vocabulario para explicártelo.

Ahora si, respira. El pasado no es más que eso, hoy es hoy y mañana quién sabe.
No puedo definirtelo, porque aun lo estoy buscando. Pero si me dejas te lo enseño. Quizás así lo vea claro. Ayer me di cuenta que después de todo, sólo necesito ir a cualquier otra parte.
Si tu también almacenas cosas que no sabes explicarte, sígueme. Coge cuatro cosas importantes y deja lo demás. Aquí y ahora no hay sitio para más.
De camino te contaré una historia. Agarrate fuerte, piénsalo cinco noches y después súbete.
A medias, a por todas o a por nada. Me da igual, eso son cosas de mujeres. ¿Vamos?

lunes, 16 de mayo de 2011

Cláusulas

Hicimos un pacto,
mucho mas allá del tacto ni del papel.
Lo hicimos a consciencia y sin temor, sin rencor.
En una noche poco fría, por si acaso, en un escenario todo tuyo que sentía mio también.
Lo hicimos siempre y en años, lo repetimos para no olvidarlo.


Pero yo ya no se si te acuerdas...
De aquel rincón, de mi rincón de tu casa. Que recogía y guardaba todo lo que un día nos separó. Donde me refugiaba cuando el mundo podía conmigo y siempre venias a buscarme para salvarme.
De aquel balcón, el único encendido a cada sombra y cada sol. El que se quedaba abierto por si el adiós era demasiado largo, o si se nos iba de las manos el apagón.
De aquel verano en las casas blancas. De todas, las pocas que tenían lo que nunca nos faltó y nos reafirmó, en un reloj poco estresado.
De aquellas noches de ciudad, donde poco más quedaba que correr entre las piedras de tu bonito barrio. Contra el viento y el dolor...arrasando.
De aquel piano, el sólo tuyo. Que nos llevaba y trasportaba donde queríamos atardecer. Con tu música, que nos hacia más suicidas las tardes de domingo.
De aquella foto, de sesión poco infantil. De nada y de todo. De un día cualquiera, que llenaba cada hueco (si lo había) de pasión.
De aquellos viernes, nuestro peor día de la semana, con antelación. Donde todo lo menos vivido podía volverse a la suerte del perdedor.
De aquel estilo, el único y nuestro. Que siempre volvía a caer sobre el colchón. Parando temporales y descansando bajo el calor.


Ya no se si te has olvidado, si algún día se escapó de tu mente.
O si, por lo que fuera, algún recuerdo te atrapó...
Y te recordó, que aunque nunca volviéramos a vernos, aunque el tiempo causara estragos... hicimos un pacto.

domingo, 15 de mayo de 2011

Una razón

Había días en que intentaba entrar en calor. Y no había manera.
Tenia frío pero también fuerzas. Porque había una razón para todo eso.

La hubo poco después de lo peor que me ha pasado hasta ahora. Todo lo que nunca hubiera podido imaginar.
La ha seguido habiendo también en los años asfixiantes, donde me encontraba tan mal y otros decían que no era nada. Donde me dejé ganar y pisar, una y otra vez.
Continuó habiéndola en esos días en que los relámpagos cruzaban y rompían, y caía el cielo.
La ha habido también en cada fracaso, cada "qué coño hago ahora con mi vida".
Me he caído muchas veces. Me he equivocado muchas otras. He sufrido (como todo el mundo). Me traicionaron personas que se supone que deberían haberme querido y cuidado.

Pero soy una chica con suerte porque mientras todo eso pasaba tuve la fuerza para recordar y aprender luego. Y me di cuenta de que no era la felicidad lo que me asustaba, sino la expectativa de ser feliz.
Soy una chica con suerte porque también lo tuve a él, mi padre, aquel adulto que nunca me trató como una niña. A mi madre, que siempre estuvo aquí y siempre lo está. Y a mi hermana, el mejor regalo de mi vida.
Soy una chica con suerte porque incluso en los peores momentos siempre tuve algo a lo que agarrarme.
La vida, ella solita, se encarga de servirnos el sufrimiento en bandeja. De hacérnoslo tragar tapándonos la boca si hace falta.
Nosotros tenemos la decisión sobre como afrontarlo. El sufrimiento y lo otro.

Me he levantado muchas veces. Va a seguir doliendo. Y hasta hoy va sanando, de algún modo. Acercándome a ser aquella persona que años atrás había querido ser.
Y al menos, ahora, puedo entrar en calor.