Cualquier jueves puedes empezarlo
hundida en la cama a las 12 del mediodía. Puedes notar frío helado
en el hombro, gritando al contacto humano de su cabeza. Puedes desear
volver a dormir con pesadillas, antes que levantarte con su ausencia.
Quieres creer que esta cuesta se ha vuelto demasiado empinada y no
alcanzas a la mitad con este peso, porque es la primera vez que
llevas todo tu equipaje. Puedes dejarte llevar por el invierno,
deseando que termine noviembre.
Pero entonces aparece ella. Que me
propone una rutina que no asfixia. Aparece quemando por completo mis
ruinas. Me brinda noches de locura conmigo. Me apasiona. Viene con
tardes de edredón demasiado cortas. Me habla de futuros ambiciosos
muy lejos de aquí. Quiere tirarse conmigo por una nueva atracción a
toda velocidad y que no le suelte la mano. Inventa siempre una excusa
para acercarse poco sutilmente un centímetro más. Y se guarda sus
ultimas palabras del día
para declararme la magia que siente.
Entonces, no hay pozos, ni frío, ni
terror, ni cansancio, ni calendario...
que venza lo nuestro.