domingo, 28 de abril de 2013

Su cuerpo de mujer

Ojalá se viera en mis ojos. Ojalá mi mirada le pudiera hacer de mejor espejo. Ojalá pudiera verse reflejada como yo la veo. 

Entonces entendería que todo lo que tiene puede admirarse. 
Y que motivos no le faltan. 


Empezando por su boca, de labios oscuros y finos. De sonrisa perfecta, que ha iluminado cientos de mis madrugadas. Su nariz pequeña y sus enormes ojos. Ojos negros imán, que me absorben y me esconden a un lugar donde solo me puede encontrar ella. Siguiendo por su pelo también negro y rizado, que destapa sus pequeñitas orejas. Su pelo, largo o corto, recogido o al viento, siempre brillante. Todo conformando un rostro de belleza indiscutible. Uno de los mejores retratos que haya podido desear al abrir mis ojos por las mañanas. 

Bajo por su cuello, siempre con sus perfumes que me atrapan. Su espalda firme, a la que me encanta agarrarme cuando me hace el amor. Sus fuertes y grandes brazos que me apasionan. Acabados en sus manos no-perfectas que me tocan y me hacen volar infinitamente. Sin olvidar sus pechos preciosos e indomables, en los que duermo cuando me coge y me abraza. Pero su cintura ya es algo indefinible, más cuando se mueve al ritmo que aun hoy no he logrado descifrar. Su culo increíble, que define su silueta cuando se tumba de lado, es algo que hay que presenciar. Pero su entrepierna ya es demasiado para vosotros. Aunque aun quedan sus piernas suaves y enérgicas. Y sus graciosos pies que se mueven al compás, como si estuvieran nadando dentro del agua, antes de dormirse. Y todo eso, su cuerpo, envuelto en su piel morena radiante, que nunca olvido a acariciar. Su piel, mi color favorito, que a pesar de las estaciones se mantiene siempre en esencia. 
Toda, toda ella, increíble. 


Ojalá me entendiera. Ojalá se viera, solo por un minuto, como la yo la veo. 
Entonces, lo comprendería todo.

lunes, 15 de abril de 2013

22

Los días 13 y 14 han sido el regalo de un Dios que no existe. 

Ya que, en menos de 48 horas he visto todos los ojos brillantes que me acompañan en lo que yo he decidido que es mi jodidamente estupendo paraíso. Y en su inmensidad, cada uno de ellos, ha construido conmigo mi acercamiento a la felicidad. 

Existo para mi y, luego, para ellos. 

Para todos ellos y para ella. Mi favorita.
Que me hace sentir enorme en estos tiempos de pequeñez universal. 
En una noche calurosa y de madrugada con unos grados de alcohol. 
Con movimientos lentos que descienden. 
Sumando dos como si el mundo no pudiera ser de otra manera.