viernes, 24 de junio de 2011

Forense

Hoy es noche de verano, un verano caducado. La noche triste de las cosas que nunca dije.
Y aunque en Uruguay dicen que igual eso de la edad es relativo, diría que a veces cuando llegas tarde, ya no vuelves a alcanzar nunca el punto de llegada. Vuelves a los enfoques de fuga, a los puntos de partida y a los escapes de un stand by.

Parece sencillo cuando te sacan con amabilidad todo lo que quisieras borrar de tu vida. En una sala clara y fría, donde dos hombres te miran con cierta incredulidad y reescriben cada destrozo. No puedes negarte y menos desaparecer entre detalles.
Hablo como si pudiera dormir con ello, de aquellas épocas en que éramos un único todo. Algo enfermizo y sobrepasado de los límites supuestamente humanos.
Hablo de tu poca sensibilidad y tus mentiras piadosas como si no se me fuera la vida en ello. Hablo de los homicidios internos que provocaste y te sigo defendiendo a continuación, como si fuera los más natural del mundo.
Salgo, casi en flotación inerte. Me alejo preguntándome cuál sería el número que seguiría la serie de desconciertos. Ya que tu imagen mental me mira con condescendencia, yo me convenzo de que ya no me quieres para nada.


Y acabo temiendo los veranos. Como si el sol, del que me escondo, fuera a quemarme y a deshacer todo lo que no he preservado.

lunes, 20 de junio de 2011

Sin red de matices

Hay días en que de golpe me despiertas. Abro lo ojos y te encuentro, como si no te hubiera perdido nunca antes.
Esas noches en que el caos me envuelve y viene la pena callejera, que es más dura que triste. Y sales de cualquier lado diciendo: No pienses, sólo duerme. Mañana ya saldrá el sol por alguna parte.

Esos días en que las hojas caen imperfectas sobre las aceras de mi ciudad gris, donde los bufones juegan a ser conscientes. Y mis silencios acumulados son igual de fuertes que tus verdades descafeinadas. Porque lo mio son los pre-estrenos y los finales con segundas y terceras partes. Y tu sueles ser la antagonista de los grandes temas nacionales. Pero, a veces, nos perdemos en los hilos argumentales de la función no apta para menores.


Y recuerdo que hay días en que parece que lleves el corazón guardado en el bolsillo, por si hay que ofrecer unos gramos de cariño, puedas tenerlo a mano. Y yo te admiro y decido adorarte a lo lejos y más allá.
Pero hay partes de mi que no me dejan. Porque nunca se me ha dado bien dejar que me cuiden, y me quedo aturdida. Como a quien le pasa un tren por encima y no es capaz de contar cuantos huesos se ha roto. Así me paso la vida, cuando no me lo impides.
Te miro des del suelo y, si le gano a mi orgullo, me agarro fuerte. Porque sé que no me soltaras, que no me llevaras hacia el barranco, que me dejaras acercarme al precipicio sólo para que vea cuantos metros podría tener la siguiente caída al abismo. Y una vez valorados los daños colaterales, te giraras con una sonrisa y me dirás: Me sé otro camino más seguro, aunque quizás nos lleve a cualquier otra parte.