domingo, 4 de septiembre de 2011

No volvió a cerrar los ojos

Hay quien dice que las ganas o vuelan o matan o se van.
Pero lo que siempre queda es el dolor. Como una puerta entreabierta. Aunque pase el tiempo, pase la tormenta y pase la calma, o no. Queda, siempre queda.

Y si, también es normal que en ese momento no lo notes y te caiga después. A veces mucho después. Las agujetas no las tienes durante el ejercicio, ni la resaca mientras bebes. Hay quien dice que las pequeñas partes del dolor que no se va, nos cambia para siempre. Y que nunca volvemos a ser los mismos.

A veces me gustaría coger todo tu dolor, todo aquel que no se te ha ido. Todo el dolor residual, sacártelo de dentro. Quitártelo del pecho, que es donde se queda el dolor enquistado. No en el corazón o en la cabeza, no. Se queda en el pecho. Y de vez en cuando te aprieta, te asfixia.
Daría lo que fuera por cogerlo y guardarlo. Guardarlo en un frasco de cristal, para que lo vieras, para verlo yo también. Así, entre las nueces y el azúcar, dentro del armario de la cocina. Y mientras, pudieras respirar un poco.
Si lo metiéramos ahí, verías el color, la temperatura, la forma, como con distancia ajena. Yo estoy segura de que el dolor, es granate.
El dolor es una mezcla de dos puntos opuestos: la pasión y la muerte. La pasión es roja, de toda la vida y para todos. Un rojo intenso e irremediable. Un rojo caliente, casi hirviendo. Y la muerte...por si lo dudabas, sí, es negra. El negro más oscuro, el más cercano a la soledad que puedas imaginarte, así es. Un negro frío, ese tipo de frío que no te congela pero te cala por dentro, el que hace cuando no nieva.

Cuando esa mezcla nos atrapa, aparece el dolor. Sí, es de color granate. En el color, la pasión gana a la muerte. Pero en la temperatura es al revés. El dolor es hielo, puro hielo. Hielo que, cuando se acumula demasiado en el pecho, nos araña, nos corta por dentro y...irónicamente, nos quema.
Si lo metiéramos en ese frasco verías un trozo de hielo granate, como un cristal roto.
No sabría decirte cómo hacerlo desaparecer. Carezco de sombreros de mago. Pero dicen que se trata de dejarlo respirar. Dicen que cuando el dolor te aprieta en el pecho y sientes que te asfixias, debes intentar respirar con calma. No hace falta profundidad, sólo calma. Dicen, que si consigues hacer un par de respiraciones enteras, vas eliminando un trocito de dolor por cada bocanada de aire que sacas entre los labios. Dicen... dicen que nunca se va del todo, dicen que tal vez se queda algo ahí para recordarnos que la vida es dolorosamente bonita. Dicen... dicen cuando consigues soltar un poco, te brillan también un poco más lo ojos.

3 comentarios:

  1. No voy a decirte que el dolor desaparece. Ni que, aunque se recuerde, se desvanece.

    Sólo te diré que me quedo con el color granate. La descripción más completa del dolor que he leído.

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  2. Drexler dijo que, "todo empieza y todo tiene un final, hay que pensar que la tristeza también se va, se va...se fue" http://youtu.be/o7xvwZMLaPA
    Empiezo a pensar que tiene razón. Un día, vas a buscar el frasco y está vacío. El dolor se sublima.

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