domingo, 10 de marzo de 2013

Superhombre, Papá

Han pasado muchos años desde que me sentaste en este mismo sofá y me dijiste, serio y contundente, que "las cosas iban a cambiar". Los mismos años hace que vivimos sin ti. 

Durante mucho tiempo todavía te veía y te buscaba por casa. Sentía esto como algo extraño, como distante, ajeno. Y en días que te notaba desaparecer del todo, me quedaba sentada en tu escritorio entre planos y bocetos. Pensando que si volvías a por ellos, quizás algo haría que no volvieras a marcharte. 

Luego lo comprendí. Dejé de desear escuchar tus llaves detrás de la puerta. Dejé de intentar percibir el olor a tus puros de los domingos. De esperar escuchar cada semana el fútbol en la tele, o el tenis o la formula 1. Dejé de esperar ir en coche a la escuela y que pusieras mi CD de Ska favorito. Dejé de oírte decir que "En la vida cada uno tiene lo que se trabaja. Que nunca se obtiene ni más ni menos de lo que uno se merece". Y empecé a acostumbrarme a meterme en la cama y acostarme sin esperar a que llegases. Empecé a aprender a no echarte de menos. 

Y aún ahora, después de tanto tiempo, todavía no lo abarco al completo. No puedo retenerlo todo. Me has enseñado demasiadas cosas. Y te has convertido en la más grande paradoja de mi vida. Protagonizando todo lo que quiero llegar a ser y todo lo que nunca quisiera hacer. Admiración y ausencia. 

Pero la verdad es que, no sé si a pesar de ello o por ello, siempre serás el mejor padre que jamás haya conocido. 

Y hoy recuerdo, antes de acostarme, que tú querías jugar a juegos de niños y yo quería jugar contigo para sentirme adulta. Te observaba en tu despacho como a alguien inalcanzable. Y me enorgullece que ese rincón y esa habitación sea, ahora que ya no estas, la mía.

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