lunes, 15 de abril de 2013

22

Los días 13 y 14 han sido el regalo de un Dios que no existe. 

Ya que, en menos de 48 horas he visto todos los ojos brillantes que me acompañan en lo que yo he decidido que es mi jodidamente estupendo paraíso. Y en su inmensidad, cada uno de ellos, ha construido conmigo mi acercamiento a la felicidad. 

Existo para mi y, luego, para ellos. 

Para todos ellos y para ella. Mi favorita.
Que me hace sentir enorme en estos tiempos de pequeñez universal. 
En una noche calurosa y de madrugada con unos grados de alcohol. 
Con movimientos lentos que descienden. 
Sumando dos como si el mundo no pudiera ser de otra manera.

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