Una noche de verano en la playa conocí a Ocean. Que escenario tópico más vainilla para algo tan poco común…
El mojito se me derretía en los labios mientras ella invadía sin preguntar casi todo mi espacio vital. Y yo, como si jamás hubiera jugado antes a este juego, me revolvía en mi metro cuadrado intentando controlar la efervescencia de mis manos. Pero ya podía buscar con la mirada puntos de fuga, cuando ella apostaba al descaro y abría veda a la indecencia des del minuto uno.
Que fácil parecía escapar luego. Era la primera vez, de muchas, que la subestimaba erróneamente.
Y aquí me veo, mientras ella lee la pantalla de mis caóticos pensamientos sin permiso. Y yo pretendo alcanzar quién es detrás de la cortina y quién no es detrás de mí.
Ella, que comprende mi nihilismo de domingos, me regala aquellas ventanas de horizonte que tantas veces acabé malvendiendo.
Ocean me obliga a huir hacia adentro. Y yo, aún estoy aquí, luchando contra el lujo de tocarla.
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