lunes, 9 de enero de 2012

28 días

Ella ha aparecido y esto es mejor que morirse de hambre, pero peor que olvidarse. Ella no me imagina viviendo en bares sin salir del portal. Pero hoy no se ha reflejado en miles de cristales rotos de mi botella de Absolut, que sin duda es de todas su mejor publicista. Solamente ha posado, una vez más, para el público dispuesto a aplaudirle de antemano. Siempre jugando a partidos comprados. Quizás si le hubieran bautizado ahora, todos los santos se hubieran forrado lavándole pecados.

Ni siquiera pretendía disimular, pero creía que el don de admirar sin actuar era exclusivamente mio. Y resulta que no. Que se cruza y me disecciona, me mira y se quita, me incita y se ríe de mi, me busca y me manda a encontrar a otro para poder desaparecer de nuevo. Y no sé si decirle que la creo o que me lo juego todo a lo que no veo.

Eingel, que ahora va de chica California, vuelve y revuelve como en los viejos tiempos hacia yo. Simula buscar una felicidad de la que se cansa rápido, como si no fuéramos a quemarnos y arder en la misma hoguera. Que sí, que la carretera siempre acaba mandando, sus ansias de poder se juntan una vez más con las mías de acatar, de dejarme(le) hacer. No se lo pongo difícil, ya lo tiene aunque no lo sepa. Le falta arrancarse un par de pieles más y será de nuevo igual. Igual que el día en que la perdí o igual que la noche en que me dijo adiós. Que aunque ella crea que sí, no son ni por asomo el mismo.

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