miércoles, 4 de enero de 2012

De vuelta

Las tardes de invierno pasan como pasan las cosas que no tienen mucha salida. Voy y vengo sin horarios, olvidándome que hay humanidad ahí fuera, entre el mogollón. Y ella, medio sin quererlo, me devuelve a la realidad con una perspectiva distinta a la de los últimos meses.

Sigue aquí, como siempre, sonriendo. Pero con un toque de tristeza en la mirada y con un pasado que se le ha enganchado a los tobillos. Y decido, casi sin darme cuenta que esta vez voy a cogerla yo, bien fuerte. A pesar de que sus palabras me rebotan en mi historia, decido recuperar firmeza para devolverle todas aquellas veces en las que ella me ha sustentado a mi antes de dejar que siguiera cayendo. Quizás sea, que ante todo pronostico, nos entendemos más de lo que nunca creyó nadie. Ni nosotras. Pero yo la sigo adorando, nada más y nada menos que porque lo merece. Porque sigo creyendo y apostando por ella. Y el que diga que no debe ser así, que se siente y me lo cuente. Que yo ya me he cansado de los malos argumentos resentidos. Y no me muevo más de aquí.

A veces hay que aceptar que no se es un ganador. Hay que aceptar la derrota con la mirada fuerte y cerrar la puerta. Para abrirla de nuevo en unos años con las manos mucho más llenas.

Dale caraguapa, que la vida tenga que ceder antes que tú.

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