viernes, 13 de julio de 2012

Y que el mundo diga lo que quiera

Una vez más, mi profecía de que las vacaciones traen pesadillas inesperadas...se cumplió. Apareció uno de esos terremotos que como si no tocaran nada, lo mueven todo. Y hacen temblar el mundo, haciendo dudar hasta la gravedad que sólo hace caer de pie a los gatos.

Y todo ello, sin querer o buscado, me obliga al cambio. A tomar la decisión de parar el auto-control y pasar al sálvese quien pueda, al sonreír sencillo, a la vida más liviana. No llevarme el paraguas, ni el termómetro, ni el paracaídas, ni el despertador, no ponerme el cinturón y tener fe en que saltara el airbag solo. No perder los momentos, huir de la ciudad con un coche, contemplar más amaneceres, visitar ferias, poner la música más alta y bajar las ventanas, jugar en las olas, cantar más rock, regalar cosas poco importantes y acabar hablando de locos en un chiringuito.

Correr descalza, correr más riesgos. Beber más sol, tomar menos whisky.
Creerme más tonta, tomarme las lunas menos en serio.
Desatar un poco las riendas y dejarme llevar.

1 comentario:

  1. Voy a aprender tus auto-consejos. Creo que necesito llevarlos a cabo y no olvidarlos...

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