Pasa una noche suave. Una noche suave y
ligera, que despierta en un sol radiante. Los rayos atraviesan el
ruido hasta donde ambas nos encontramos y iluminan las sabanas
blancas y tu rostro dormido. Te escucho, entre sueño y consciencia,
mientras tu piel me acaricia las pesadillas que, de golpe...se han
marchado.
Y vuelves a entrar de lleno en mis
mañanas, agitando tus alas. Revoloteando, rompiendo el viento para
hacerme un lugar a tu lado. Cogiéndome fuerte para guardar el calor.
Jugando a adivinar un futuro más prometedor y más cierto.
Prestándome toda la atención de tus ojos oscuros. Que me encuentran
al despertar, reafirmando lo rico que puede llegar a ser el ser
humano. Esa mirada, esos ojos, que ya no están vacíos.
Los ojos que me imantaron des de la
primera vez que los crucé. A los que hoy prometo no volver a dejar
que se vacíen ante mi, ni ante nadie. Y hacerlos brillar siempre que
quieras acompañarme, bajo cada amanecer de este pequeño viaje.
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