lunes, 31 de diciembre de 2012

De Salem, siempre mala imitación

Esta noche, en la que empieza un año en 13 (mi numero favorito por rebeldía) me prometí no escribirte ningún soneto fuera de su forma. Lo decidí, por romper la rutina de llamarte cuando te vas lejos y esconder el ansia de volver a encontrarte. Por no abrir tu pantalla y dejar a plena luz que no concibo otra noche más sin ti.

Hoy es lunes, ya martes, de festividad absurda. Hoy es casi amanecer de decirte tanto como sé que nunca digo. De repasar años y verte en muchos de ellos paseando en la trastienda. De corroborar mis cuentos, al ver que te tengo sin agarrarte.

Hoy me acuesto con fracaso, para volver a darme cuenta de lo poco que brillas cuando aparezco. Hoy, durante unas largas horas, me di asco.

Pero luego recordé que aun tengo fe en que rompas algunos de mis días. Y tropieces con preguntas cuyas respuestas ya sabes. Con ese miedo nunca vencedor que me cicatriza las heridas y me deja lo importante.

Y me digo que te quedas por razones que no alcanzo a entender pero me brindas, me regalas. Que todo mal que no sea de ti es temporal. Y aun con el tuyo, siempre traes el antídoto más tarde o más temprano.

Sin más, es lo que tiene el amor y los desastres: uno te obliga a hacer malabares ante el suicidio y el otro beber whisky hasta llorarlo.

Ah, y el soneto que no debía escribirte es éste. Porque un año nuevo sin ti, ni es propósito, ni trae suerte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Construcciones