martes, 5 de julio de 2011

Mzeuna

Los días de sol empiezan a crecer. Mis niños gritan cada día como si el mañana no fuera a existir nunca. Las jornadas pasan, vuelan y me enseñan lecciones vitales increíbles.
Por primera vez, me levanto por las mañanas sin problemas. Me cargo de valor, de las energías que he perdido en vano durante tanto tiempo. Juego a saber más de lo que parece, a simular que los límites de la diplomacia quedan muy lejos de este barrio.

Cada día estoy mas convencida de que la felicidad no es un estado, sino una decisión. Y aunque me pareciera imposible, ahora ya me veo capaz de decidir que los fantasmas sólo volverán cuando yo quiera, y no cuando lo quieran otros.

De repente me encuentro bajo este sol, muy distinto al que había hace un par de años. Las cerveza fría, y muy merecida, me sabe a gloria. Me la tomo en una terraza cualquiera mientras los "guiris" pasan con prisas direccionados a admirar alguna otra estupidez humana. Miro hacia la silla que tengo al lado y sonrío. Le vacilo, pero no le miento. Porque las mentiras también forman parte de un juego infeliz del que ya me he retirado. Ella me mira mientras brilla.

Lo difícil lo hicimos ayer, lo imposible es lo que estamos consiguiendo hoy y mañana haremos los milagros que tanto pedimos. Y sea como sea, o pasara lo que fuera, Nupa es igual pero distinta y ya no es desesperanza. Los excesos a la intimidad no son, pero sólo por el cariño contenido que racionamos poco a poco. Ya no hay destrozos reprimidos de alcohol.
Nupa pisa fuerte y yo le acepto el reto.

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